(1821-1867), fue el más genial de los poetas malditos de Francia; no solo por su extraordinaria obra poética sino por una fuerte inclinación por los excesos que impregnó sus mejores versos. Quizás por eso se lo conoce como el Poeta Maldito (le poète maudit).
Charles Baudelaire posee una particular visión del mal, a tal punto que algunos lo consideran fue el Dante del decadentismo, es decir, un cronista del infierno urbano atravesado por un elegante simbolismo.
Entre las influencias principales de Charles Baudelaire se encuentran el escritor francés Théophile Gautier, y principalmente Edgar Allan Poe, a quien tradujo al francés y defendió, desde ultramar, de las críticas atroces que se le hacían de manera póstuma.
La obra poética de Charles Baudelaire es conceptualmente clásica. El Romanticismo la atraviesa de principio a fin, especialmente en la idea de que el verdadero poeta debe ser un sujeto alienado, incomprendido, maldito, si se quiere. Sus poemas fueron censurados y rechazados por la sociedad burguesa, cuyos valores son incapaces de celebrar la gozosa entrega al vicio y la depravación.
La poesía de Charles Baudelaire expresa una filosofía orgánica que podría definirse del siguiente modo: el poeta se vuelve maldito cuando la sociedad lo rechaza, incapaz de admitir sus aberraciones; en consecuencia, se entrega al vicio y la disipación, pero solo consigue el spleen, especie de tedio que lo lleva a un estado de constante melancolía. Solo en este estado, llamado por Charles Baudelaire conciencia del mal, le es posible alcanzar el efecto poético.
Acusado de inmoral, Charles Baudelaire superó todas las críticas y censuras a su obra. No solo se transformó en el padre de la modernidad, sino en heredero fastuoso del Romanticismo y el Decadentismo, quienes ya no tendrían nada para agregar luego de su brillante desempeño.
Charles Baudelaire, el maldito, consiguió lo que nadie había conseguido antes de él: descubrir la belleza en lo no bello, la armonía en lo deforme, la cronología en el caos, la luz en la oscuridad, o tal vez la brillante intuición de que la propia oscuridad, en ocasiones, ilumina.
fuente: Espejo Gótico