La historia comienza en dicha aldea una noche en la cual un incendio provoca la muerte a seiscientas cuarenta y tres personas las cuales murieron abrasadas por las llamas en un pajar. El chaval observó como ardían aquellas gentes y morían sin que sus vecinos pudiesen hacer nada por sofocar las llamas, entonces Hyeronimus obligado por su abuelo le hizo abandonar aquel férrico espectáculo llevándolo a su casa la cual estaba muy cerca de lo acontecido. Las llamas ardieron hasta que al otro día se apagaron solas habiendo dejado calcinados a todas aquellas pobres gentes. Desde ese día, el muchacho actuaba de un modo extraño y el abuelo a la noche siguiente del incendio observó que el muchacho desde su habitación observaba y a la vez pintaba, el abuelo le preguntaba que donde había visto eso que dibujaba en aquellas tablas y él le dijo que fuera, en el lugar del incendio. Cuando el abuelo miró aquel cuadro, lo que allí vio era una escena dantesca como si fuese una parte del infierno, en aquel cuadro se contemplaba como unas gentes vestidas de largo luto se llevaban los pedazos calcinados de los muertos en carretas. El niño asustado le dijo al abuelo que ya no pintaría mas si aquello no le gustaba y el viejo le dijo que sí dándose cuenta de que aquel muchacho veía mas allá de lo que percibía cualquier ojo humano.
El niño creció y seguía pintando cuadros macabros, pintó y pintó guiado ya por el maestro de una orden hereje el cual le pedía que los pintara metiéndolo en los lugares con mas dolor ya que de esa manera el muchacho veía cosas que nadie podía ver, él veía el infierno y lo plasmaba en aquellos lienzos. Llegó a pintar hasta lo contemplado en las mismísimas mazmorras del palacio ducal de Venecia en el cual ajusticiados por los “Signori de Notte” murieron miles de reos acusados de herejía, después de eso se le perdió la pista y solo se encontraban ya cuadros de sus discípulos, se dice que murió allí en las mazmorras de Venecia.
Los batientes del tríptico cerrados nos muestran, pintados en grisalla, un momento de la creación del mundo, representado por una esfera de cristal.
En la parte superior aparece el Creador y una cita bíblica, extraída de los Salmos:"El lo dijo y fue hecho todo. El lo ordenó y todo fue creado".En la parte izquierda representa la Creador.
La escena parece corresponder al tercer día de la creación, durante el cual -según los apócrifos- Dios creó el Paraíso, lo que establece una estrecha relación con el contenido de las tablas abiertas.
La estructura de la obra, en sí, también posee un encuadre simbólico: al abrirse, realmente se cierra simbólicamente, porque en su contenido está el principio y el fin humano. El principio en la primera tabla, que representa el Génesis y el Paraíso, y el fin en la tercera, que representa el Infierno.
PANEL IZQUIERDO:El Jardín del Edén
En este panel nos muestra una escena del Paraíso en la que Dios entrega Eva a Adán como mujer. Es el origen del pecado de la lujuria que se desencadena en la tabla central. El Bosco reproduce la mentalidad medieval: "la culpa de Eva" en el inicio de los males de la Humanidad.
En la parte superior están representadas la Fuente de la Vida, el Árbol del Bien y del Mal (con la serpiente) y el Árbol de la Vida (un drago canario).
Están rodeados de animales, algunos en lucha entre ellos anunciando los futuros males del mundo. Se ha querido ver en ellos un significado simbólico, procedente de los bestiarios medievales. En algunos casos tal vez haya simplemente una intencionalidad burlona y desenfadada, como en el conejito, alusión al sexo femenino, situado junto a Eva.
Nos presenta una figura de Dios muy joven, convención muy frecuente en la literatura holandesa del siglo XV donde el matrimonio entre Adán y Eva es realizado por un Dios juvenil.
Como es habitual en El Bosco, el Paraíso no existe enteramente libre de al menos una prefiguración del diablo, que aparece como un foso en el primer plano, del que están emergiendo una gran variedad de criaturas.
PANEL CENTRAL: El Jardín de las Delicias
Representa el dominio de la lujuria en el mundo, descrita a través de todo tipo de relaciones sexuales, manifiestas de una forma rotunda: cuerpos desnudos de hombres y mujeres, blancos y negros, se mezclan, se tocan, bailan..., en parejas, en grupos, heterosexuales, homosexuales, onanistas...
Pese a una primera impresión de desorden, la escena se ordena en tres niveles en altura:
La parte superior, con detalles que se perciben difícilmente por su pequeñez y rareza (humanos alados, grifos...) aparece dominada por construcciones fantásticas, entre las que destaca la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal, falsa fuente del paraíso, inestable, amenazando ruina con sus paredes cuarteadas.
En el centro de la composición, la gran cabalgata del deseo, girando en círculo en torno a un estanque, donde se bañan varios grupos de mujeres.
En el plano inferior la sexualidad se manifiesta de mil maneras, tanto en las acciones de la masa de hombres y mujeres, todas ellas de inequívoco signo erótico, como en las connotaciones sexuales de plantas, frutas y animales.
En las esquinas inferiores aparecen dos focos de atención peculiares. A la izquierda, un grupo que señala la tabla de la izquierda (el Paraíso), hacia la Eva de la Creación, poniendo el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación. A la derecha: en la cueva se encuentran Adán y Eva, testigos de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán responsabiliza a la mujer.
“Aquellos que has visto danzando y jugando en las praderas verdes salpicadas de flores y árboles, son los que aspiran a los placeres de este mundo. Buscan la saciedad de los placeres de la carne y de los sentidos, y se aplican a seguir sus inclinaciones sensuales, Absortos en su frenesí, no saben que Dios existe; no creen más en Dios, ni en el cielo, ni en el infierno: Está escrito: el tonto dice que Dios no existe.” (Hendrick Mande, siglo XVI).
El Jardín de las Delicias es un engañoso jardín de los falsos placeres terrenales, una consecuencia del pecado original. Cada detalle de este “mundo al revés” nos lo advierte en el panel central: es el paradisíaco ensueño es el reino de lo no durable.
En las esquinas inferiores aparecen dos focos de atención peculiares. A la izquierda, un grupo que señala la tabla de la izquierda (el Paraíso), hacia la Eva de la Creación, poniendo el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación. A la derecha: en la cueva se encuentran Adán y Eva, testigos de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán responsabiliza a la mujer.
“Aquellos que has visto danzando y jugando en las praderas verdes salpicadas de flores y árboles, son los que aspiran a los placeres de este mundo. Buscan la saciedad de los placeres de la carne y de los sentidos, y se aplican a seguir sus inclinaciones sensuales, Absortos en su frenesí, no saben que Dios existe; no creen más en Dios, ni en el cielo, ni en el infierno: Está escrito: el tonto dice que Dios no existe.” (Hendrick Mande, siglo XVI).
El Jardín de las Delicias es un engañoso jardín de los falsos placeres terrenales, una consecuencia del pecado original. Cada detalle de este “mundo al revés” nos lo advierte en el panel central: es el paradisíaco ensueño es el reino de lo no durable.
La Sexualidad
En el panel central El Bosco refleja los pecados a los que se abandona la humanidad tras la caída del pecado original, poniendo el énfasis en el pecado de la lujuria.
En este panel manifiesta de forma rotunda todo tipo de relaciones sexuales. Abundan las parejas heterosexuales en actitudes de claro contenido erótico, pero están también presentes con meridiana claridad alusiones a la homosexualidad (hombre agachado al que otro le inserta una flor en el ano), al adulterio (el marido engañado que lleva a sus espaldas a los amantes encerrados en un mejillón) y al onanismo.
Esta actitud del Bosco, complacientes en aquello que parece condenar, llevo a algunos autores como Fraenger a considerar demasiado alegremente que el Bosco pudo pintar esta obra como ilustración de los contenidos de la secta hereje de los “Adamitas”. La escena representaría el Paraíso sensual de los adamitas, libre de prejuicios y frustraciones y en íntimo contacto con la divinidad a través del amor espiritual y físico. Los Hermanos del Espíritu Libre basaban su doctrina en la creencia de que tanto el bien como el mal dependen de manera exclusiva de la voluntad divina y de que, por tanto, el hombre no puede merecer la vida eterna por sus propios méritos. La humanidad, en consecuencia, estaba destinada a la salvación eterna y la existencia del infierno era una fábula. Para los adamitas, la represión del pecado (predestinado a producirse) era peor que el mismo pecado. El acto sexual era un placer paradisiaco. La unión del placer y el amor, sensual y espiritual, era el mejor de los medios para restablecer la inocencia perdida del Edén.
La fuente del paraíso
La parte superior del panel central aparece organizada en torno a la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal. A cada río le corresponde una construcción, una puerta de salida. Esta es una falsa fuente del paraíso, inestable, irregular, amenazando ruina con sus paredes cuarteadas.
En su interior una pareja se manosea y otro enseña el trasero.
Otro elemento característico de las imágenes bosquianas lo constituyen los acróbatas. Durante la Edad Media (canecillos románicos, manuscritos) estos personajes, junto a los juglares, son un claro referente de la sexualidad y por ello frecuentemente son condenados por la iglesia.
La ronda del deseo
En el centro del panel central se desarrolla la gran cabalgata del deseo, con los jinetes a lomos de las monturas de sus pasiones girando en círculo en torno a un estanque, la fuente del amor, donde se bañan varios grupos de mujeres, en espera de un encuentro que se adivina carnal.
Los animales montados por los hombres (unicornios, leones, osos, toros, panteras, jabalís, grifos, cabras...) son evidentes símbolos de la lujuria. Las mujeres llevan casi todas algo sobre sus cabezas: pavo real, garzas, frutos caducos..., símbolos de la vanidad.
Un hombre parecer no haber resistido la tentación y se precipita al agua, recibido por una muchacha. Otra se prepara a salir del agua. El que monta el unicornio de asta ramificada muestra una actitud masturbatoria. Otros (acróbata que ofrece su trasero a un ave de largo pico negro –arriba a la izquierda--) presentan inclinaciones sodomitas.
Plantas, frutas y animales
En el paisaje del jardín de las delicias abundan plantas y frutas con evidentes connotaciones sexuales. Madroños, moras, grosellas, frambuesas, fresas, cerezas... son símbolos de la voluptuosidad y de los placeres que rápidamente caducan.
Es también significativa la abundante presencia de pájaros (grullas, petirrojos...), animales consagrados desde antiguo a Afrodita y símbolos por tanto de la lujuria, que acercan con sus picos a los hombres el fruto deseado.
Eva como origen de todos los males
En las dos esquinas inferiores del jardín hay dos escenas que aportan claves para la comprensión del panel.
Mientras casi todos los personajes del cuadro miran hacia el centro, el grupo de la parte inferior izquierda se abre a un exterior. Intenta dirigir ópticamente nuestra mirada hacia la tabla de la izquierda (el Edén). Señalando hacia la figura de Eva, se pone el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación.
En la parte inferior derecha, Adán y Eva son testigos desde la entrada de la cueva de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán (mirando al espectador) responsabiliza a la mujer.
El "mundo al revés"
En la obra del Bosco abundan los signos de inversión, el trueque de papeles y de acumulación de absurdos: gigantesco pájaro que lleva fruta a pequeños hombres ansiosos, que extienden su cabeza, no sus manos, para recibirla; hombre que sale de la cuba para recibir de otro ave la misma fruta; ciervo que se inclina sobre un hombre muerto, como si hubiera sido su cazador (junto a los ríos, en la parte superior del jardín). O, en el panel del infierno, la gigantesca liebre que ha cazado a un ser humano al que lleva colgado de un palo.
Dentro de este mismo concepto del "mundo al revés" cabe entender el tamaño exagerado de pájaros, frutas y peces (característico por otra parte de la ornamentación marginal de los manuscritos de la época).
PANEL DERECHO: El infierno
Con un enorme ingenio y efectos lumínicos de notable modernidad, El Bosco expone en el panel izquierdo el castigo de los pecados y faltas de la sociedad bajomedieval, fustigadas por los predicadores de la época (lujuria, avaricia, soberbia, afición al juego, sensualidad de la música, costumbres de los clérigos...).
Se así cierra el ciclo, y se castiga a aquellos que se dejaron seducir por los goces placenteros que les ofrecía el Jardín de las Delicias terrenales.
El conjunto se ordena en varios niveles. La parte superior aparece dominada por el infierno de incendios y fuego. En la zona media destaca la figura del hombre-árbol y patinadores desnudos sobre una fina capa de hielo que se quiebra, con lo que van a parar a las aguas heladas donde se debate ya algún condenado. El contraste entre el frío y el calor es uno de los suplicios que según la tradición se sufría en el infierno. En la zona inferior se encuentra el infierno musical, donde los instrumentos musicales (laúd, arpa, órgano de manivela, flauta... de dimensiones descomunales), se transforman en torturadores de los condenados.
La condena del sacrilegio
La escena que muestra unos perros hurgando en el interior del vientre de un caballero, con un cáliz en la mano del que ha caído una hostia sagrada se interpreta como una posible condena del sacrilegio.
Ésta y otras escenas tal vez sean no sólo la expresión plástica de la condena genérica de un determinado pecado, sino quizás de algún hecho real ocurrido en la sociedad de El Bosco.
Nuevamente, como en el cuchillo, aparece la inicial "M" (¿Mundo, Muerte, inicial del nombre del Anticristo...?).
La condena de los lujuriosos
Una de las imágenes más conocidas del tríptico nos muestra un enorme cuchillo, que se levanta agresivamente entre dos enormes orejas, atravesadas por una flecha, que aplasta a una muchedumbre de personajes desnudos (castigo de los lujuriosos). En este llamativo objeto se ha querido ver un símbolo del sexo erecto.
Múltiples interrogantes despierta la interpretación de la inicial "M" grabada en el cuchillo. En ella se ha querido ver la designación de las palabras Mundus, Mortis e incluso del nombre del Anticristo, que según ciertas profecías medievales empezaría con esa letra.
La condena de los avaros
El castigo de los avaros aparece representado por la saturnal figura de la "bestia-pájaro" que aparece devorando a hombres a los que expulsa por el ano. Éstos van a parar a un agujero lleno de monedas, defecadas también por un individuo en cuclillas.
La condena de la soberbia
Un diablo mantiene obscenamente abrazada a una mujer cuyo rostro se refleja en las nalgas de un monstruo transformadas en un espejo esférico.
Para el Bosco, como para toda la tradición medieval, el espejo es el instrumento favorito del demonio.
El motivo se encuentra muy difundido en las estampas y en los dichos populares ("El espejo es el verdadero
La condena de la aficion al juego
La critica a los clerigos
La crítica a las faltas y costumbres de los clérigos es un tópico en la literatura y arte de su tiempo. El anticlericalismo de la obra de El Bosco no es más que la manifestación plástica de algo que es normal en la mística, dentro de la propia iglesia flamenca en particular y europea en general.
Encima del infierno musical podemos observa a unos monjes-diablo leyendo breviarios, y monstruo-monaguillo que tañe campanas, cuyo badajo ha sido sustituido por seres humanos.
En la zona inferior derecha, aparece un cerdo con toca de monja obligando a un hombre a firmar un documento. Se ha interpretado como la firma de un compromiso con el diablo, pero también puede aludir a documentación falsificada, sentencias incorrectas... y, por tanto, a la condena de jueces y notarios corruptos.
“El hombre-árbol”
El paisaje del infierno aparece dominado por la figura del “hombre-árbol”. Éste presenta su cabeza tocada por un plato que sirve de plataforma a un grupo de seres inquietantes que giran en torno a una monumental gaita, contrapartida de la ronda del deseo de la tabla central. Su cuerpo abierto muestra en su interior una escena tabernaria. Su sostén lo forman dos troncos de árbol muertos apoyados en barcas que flotan sobre las aguas negras y estancadas.
“El hombre-árbol”
El paisaje del infierno aparece dominado por la figura del “hombre-árbol”. Éste presenta su cabeza tocada por un plato que sirve de plataforma a un grupo de seres inquietantes que giran en torno a una monumental gaita, contrapartida de la ronda del deseo de la tabla central. Su cuerpo abierto muestra en su interior una escena tabernaria. Su sostén lo forman dos troncos de árbol muertos apoyados en barcas que flotan sobre las aguas negras y estancadas.
Aunque algunos han creído ver en su rostro el autorretrato del pintor, testigo de los castigos infernales, su ubicación en el punto central del infierno tal vez sea un indicador de la presencia de la figura de Lucifer.
Una de las escenas más enigmáticas y sugerentes de la obra, aparece en la parte inferior: el infierno musical. En éste, instrumentos musicales gigantescos se transforman en torturadores de los condenados. Podemos contemplar unos condenados crucificados, cual Cristo y el mal ladrón, en las cuerdas del aspa y en el mastil del laúd, u otro sodomizado por una flauta, portando otra como la cruz a cuestas. En esta escena quiere verse una condena de la música profana, a la que se asociaba freceuntemente a la lascivia.
Partitura Oculta en "El Infierno Musical"
Dos estudiantes de Oklahoma han descubierto una
partitura en el tríptico de El Bosco El jardín de las delicias.
Concretamente, la partitura se encuentra en el panel derecho que
representa el infierno y está dividida entre un libro y las nalgas de un
hombre aplastado por una bandurria.
El cuadro del pintor holandés Hieronymus Bosch es un conjunto tres
paneles abatibles que muestran escenas del jardín del Edén en su lado
izquierdo, el jardín de las delicias en el centro y el infierno a la
derecha. Es recisamente en el lado derecho donde los dos estudiantes
encontraron la partitura.
"Luke y yo estabamos observando la pintura de Hiernonymus Bosch El
jardín de las delicias y descubrimos para nuestro gozo música escrita
en la parte posterior de uno de los torturados en el panel derecho",
afirmaba Amelia- , una de los dos estudiantes responsables del hallazgo-
en su perfil de Tumblr
La partitura estaba dividida entre un libro que sirve de soporte a un instrumento de cuerda de los muchos que aparecen representados en el panel y sobre las nalgas de un hombre torturado aplastado por la bandurria.
Los dos estudiantes adaptaron la melodía de la partitura a una notación moderna "suponiendo que la segunda línea estuviera en escala de Do, como era común en los cánticos de la era", apunta Amelia desde su página de Tumblr.
Una vez adaptada la partitura, los estudiantes la tocaron al piano dando con una melodía que hasta ahora no había sido descubierta entre la multitud de detalles que encierra la obra de El Bosco. Según Amelia, es posible que la transcripción de la partitura contenga errores por lo que ambos estudiantes han puesto su descubrimiento en manos del departamento de música de la Universidad de Oklahoma para un resultado más certero.
En la actualidad, el cuadro puede ser visitado en el Museo del Prado, donde llegó en 1939. Hasta ese año, el Jardín de las Delicias se hallaba en el Monasterio de El Escorial desde 1593, cuando fue adquirido por el rey Felipe II.
La partitura estaba dividida entre un libro que sirve de soporte a un instrumento de cuerda de los muchos que aparecen representados en el panel y sobre las nalgas de un hombre torturado aplastado por la bandurria.
Los dos estudiantes adaptaron la melodía de la partitura a una notación moderna "suponiendo que la segunda línea estuviera en escala de Do, como era común en los cánticos de la era", apunta Amelia desde su página de Tumblr.
Una vez adaptada la partitura, los estudiantes la tocaron al piano dando con una melodía que hasta ahora no había sido descubierta entre la multitud de detalles que encierra la obra de El Bosco. Según Amelia, es posible que la transcripción de la partitura contenga errores por lo que ambos estudiantes han puesto su descubrimiento en manos del departamento de música de la Universidad de Oklahoma para un resultado más certero.
En la actualidad, el cuadro puede ser visitado en el Museo del Prado, donde llegó en 1939. Hasta ese año, el Jardín de las Delicias se hallaba en el Monasterio de El Escorial desde 1593, cuando fue adquirido por el rey Felipe II.